Se suele citar el año 1916 para datar la entrada de las cámara de cine en la Alhambra. Es la fecha del primer rodaje de ficción, La vida de Cristóbal Colón, de Gérard Bourgeois. Sin embargo, si hablamos de cine documental, es mucho antes, en torno a 1905, cuando los operadores de la joven productora Pathé toman las primeras imágenes en movimiento del recinto, siguiendo esa obsesión del cine primitivo por la plasmación cinematográfica de “lugares característicos”. Desde entonces, los cientos de rollos de película que mantienen impresa la imagen de la ciudad palatina en celuloide han permanecido repartidas en filmotecas de todo el mundo. Mediante el proyecto Memoria Audiovisual de la Alhambra, el Patronato, está recuperando todo este corpus fílmico para poner al servicio de los investigadores y el público esta memoria en movimiento.
Entre los filmes rodados total o parcialmente en la Alhambra destaca gran parte de la obra de José Val del Omar, en especial Aguaespejo granadino (1953), donde la Alhambra se pone al servicio de sus experimentaciones con el cine sensorial y poético. Otro primitivo del cine como Marcel l’Herbier rodó en 1921 una de las obras maestras del cine francés, El Dorado, con el conjunto monumental como escenario de un melodrama entre el impresionismo cinematográfico y un incipiente cine folclórico. La fascinación romántica y orientalista por la Alhambra en el siglo XIX tiene su continuación natural en el cine de Hollywood, que ha convertido los palacios nazaríes en la corte del Bagdad de Las mil y una noches (en Simbad y la princesa, Nathan Juran, 1958) o en el escenario marroquí de una de las historias del inmortal Decamerón (Tres historias de amor, Hugo Fregonese, 1953) con Joan Fontaine como protagonista.
Otros filmes inclasificables han traído hasta la Alhambra a figuras como Yves Montand y Louis de Funes (en la comedia Delirios de grandeza, Gérard Oury, 1971), Carmelo Gómez en la escena decisiva de Días contados (Imanol Uribe, 1994) o Juliette Binoche, que anuncia su embarazo a su compañero durante la visita a la Alhambra de Alice y Martin (André Techiné, 1998).
En la actualidad se asocia folclore y Alhambra gracias a decenas de películas en las que el conjunto ha servido como decorado natural para el lucimiento de un artista: Carmen Sevilla en Violetas Imperiales (Richard Pottier, 1952) y Cuentos de la Alhambra (Florián Rey, 1950), Manolo Escobar en la segunda versión de Todo es posible en Granada (Rafael Romero Marchent, 1982), Carmen Amaya en María de la O (Francisco Elías, 1939) o, más recientemente, Enrique Morente acompañado de colaboradores como Pat Metheny o Ute Lemper en Morente sueña la Alhambra (José Sánchez-Montes, 2004). Este sesgo musical se ha mantenido en los rodajes, a veces comercializados, de actuaciones en el Festival de Música y Danza o en videoclips como Take This Waltz de Leonard Cohen.
Junto a la ficción contamos con el filón del cine documental, en especial el repertorio de NODO, que nos muestra el carácter diplomático (visitas de Franco, Eva Perón, Muhammad V de Marruecos, etc.) y multifuncional del recinto (conciertos, pases de modelos, publicidad), así como la evolución del turismo y de los criterios de conservación en el conjunto monumental.
Fuente: Patronato de la Alhambra y Generalife.